Juegos de poder
Por: Leo Zuckermann
Lo complicado de hacer negocios en México
Tengo un amigo que dirige una compañía transnacional aquí en México. Cada vez que lo veo me cuenta las vicisitudes de su actividad gerencial. Algunas de sus historias me ponen los pelos de punta: todas las penurias que tienen que pasar las empresas para poder hacer negocios en este país.
Por razones obvias, no voy a dar los datos precisos de la empresa. Digamos que está en un mercado donde las ventas al sector público son fundamentales. Mi amigo tiene que conseguir el aval de los gobiernos estatales y el federal para conseguir pedidos. Y aquí viene una de las fuentes constantes de historias de terror. Resulta que los funcionarios están acostumbrados a recibir mordidas para autorizar las compras; sin embargo, mi amigo y la empresa donde trabaja tienen una política de honestidad absoluta: por principio, no reparten ni un quinto en sobornos. El problema es que sus competidores (la gran mayoría también conglomerados internacionales) son más laxos en sus prácticas: no sólo acceden a las mordidas que les solicitan los funcionarios, sino que muchas veces son ellos mismos quienes las promueven. Mi amigo y sus abogados se pasan la vida haciendo corajes, pidiendo explicaciones y demandando a burócratas corruptos.
Otra fuente constante de dolores de cabeza son los hurtos que sufre la empresa. Están los robos hormiga en sus almacenes. Algunos malos trabajadores van sacando poco a poco mercancías que se quedan o venden por ahí. La gerencia decide, entonces, poner guardias de seguridad para vigilarlos. Pronto ocurre que los guardianes se coluden con los ladrones. El asunto se vuelve, entonces, una lucha constante por detener los hurtos donde la empresa pone controles y los rateros encuentran técnicas para superarlos.
Los robos más importantes, sin embargo, son los que ocurren a mano armada, tanto en el almacén como en los camiones de la empresa. Mi amigo y sus abogados levantan las demandas correspondientes sabiendo que es muy poco probable que las autoridades judiciales encuentren a los culpables. Recurren a la justicia porque es un requisito para que el seguro les pague por el robo.
Lo absurdo es que mi amigo ha encontrado la mercancía robada en puestos de vendedores ambulantes. Con toda impunidad, se los ofrecen a un precio ridículamente inferior al que cuesta. Por supuesto que mi amigo se enoja mucho, pero no hay nada más que hacer porque los ambulantes están protegidos por las autoridades.
Para colmo, el otro día me contó que le habían robado una suma considerable de su chequera personal. Al principio pensó que en el banco le habían entregado su chequera incompleta. Sin embargo, pronto comprobó que, en realidad, fue alguien de su oficina el que sustrajo los cheques de su portafolio y le vació su cuenta falsificando su firma. Lo increíble es que el ratero sabía a la perfección cuánto era su saldo y logró que le dieran el dinero con una firma falsa. Obviamente alguien del banco estaba coludido con el ladrón. Ya se pueden imaginar el vía crucis de mi amigo con la institución financiera para encontrar al culpable y recuperar su dinero, lo cual no ha ocurrido.
A mi amigo ya se le llenó la cabeza de canas con tantos problemas. La verdad es que lo admiro, y mucho, por tener que lidiar cotidianamente con esta cantidad de podredumbre. Pero, con todo y ella, creo que mi amigo disfruta su trabajo y, por increíble que parezca, está convencido, al igual que sus jefes en Europa, que se pueden hacer buenos negocios en México. Mis respetos para ellos.